viernes, 23 de septiembre de 2011

Cambio de Horarios en Octubre!

A partir de octubre los nuevos horarios son:

Sócrates, el encantador de almas: 19 hs
Te voy a matar, mamá: 20:30 hs

Continuamos en el teatro La Comedia!!

Los esperamos!

Entrevista a Eduardo Rovner en Asterisco

En la creación domina la imagen

Entrevistas /  Entrevista a Eduardo Rovner. Cuando ejercía como ingeniero eléctrico, sus hijos programaban la Comodore 64. Cuando era violinista, descubrió la escritura y la dramaturgia. No es que no acertaba, más bien parecía manejarse en su vida como en las obras que escribe: descubriendo el camino mientras lo anda, como si todo fuera sorpresa, emoción, un espacio infinito ante el que lo mejor que se puede hacer es transitarlo. Y en el tránsito, a priori no descartar opciones. Quién puede saber adónde llevan.
Por Jorge Belaunzarán

La culpa la tiene una separación. En realidad, como él mismo dice, la imagen de lo que fue esa separación. Aunque antes de poder visualizar esa imagen empezó “a escribir un poema, y el poema se empezó a hacer muy, muy largo”. Ahí se le ocurrió que lo escrito podría convertirse en una obra de teatro; y ahí sí, fue la imagen. “Qué es mío y qué es tuyo, pero no desde el punto de vista económico, sino con los conflictos que había, cuál era de cada uno, cuál de los dos. Estaba confundido de por dónde venían los quilombos.”

Culpables hay pocos, pero ese es el juego que se produce con Rovner, de quien, al momento de empezar la entrevista, se sabía que era dramaturgo, de los más destacados de la escena argentina, y que acababa de estrenar Te voy a matar, mamá. Nada de que su primer trabajo para ganarse el sustento fue con la ingeniería electrónica. Pero la charla empieza por otro lugar, aunque más caro para un ingeniero electrónico que para un dramaturgo.

Cuando empecé a escribir, escribía en el cuaderno. Después me acuerdo, en una cena, con Tito Cossa y Osvaldo Soriano, me convencieron de comprarme una Mac, la classic, entonces empecé ahí. ¡Y ahora no puedo escribir en cuaderno! Qué boludo.

-¿Siente que su sintaxis cambió desde que pasó a la computadora?

-Cambió. Y ahora a la que quiero convencer hace años, y no se deja, es a Griselda Gambaro. Y lo que le digo es que uno no sólo escribe más cómodo, escribe mejor. Porque el tema es que antes, cuando escribías en un cuaderno, uno escribía la obra, qué te puedo decir, ¿veinte veces?, hasta que decía ¡ma' sí! Porque de golpe se te ocurría que una frase podía cambiar para que suene mejor, quede más claro o lo que sea; o una palabra, y entonces decías: no la cambio, ya está; si no tengo que tipear toda la obra de nuevo.

-¿Pasaba eso?

-¡Claro! Yo tenía qué sé yo, 30, 40 carpetas con la misma obra, hasta la última versión. Ahora es maravilloso. Con la computadora es fantástico. Eso te cambia todo. Cuando te digo esto de las versiones, no estoy hablando de que es el único cambio, pero es uno de los cambios importantes. Yo nunca doy por terminada una obra. Hay un criterio de pureza muchísimo mayor trabajando con la computadora: la obra va a terminar estando como vos querés. No es que en determinado momento te vas a cansar por las versiones que tuviste que tipear y todo eso. El tiempo es otro factor como obvio. De pronto encuentro un cuaderno y pensaba cómo corno entendía esto: estaba el texto con una llamada para arriba, otra para abajo, otra para el costado, otra para diez páginas después que era la que me quedaba libre. Y esto se prueba sobre todo en los chicos. Hay una manera de pensar frente a esto, que es muy generacional. Yo soy ingeniero electrónico. Me acuerdo que a mis hijos le compré la primera computadorita que salió, que fue la Comodore 64, y ellos programaban todo. Yo era ingeniero electrónico y ellos tenían 10, 12 años; yo no entendía nada de lo que hacían. Entonces la cabeza le funciona totalmente diferente. Los cambios a veces son bruscos, pero en general son paulatinos hasta que da un salto, sería un salto dialéctico.

-¿El cambio es por salto, no por evolución progresiva?

-Son las dos cosas: la evolución progresiva lleva a los saltos. Es una mezcla. Pensalo en la vida: vas avanzando, lentamente o no, pero en determinado momento es como que cae la ficha y pegás un salto. Lo digital es el salto: existe el cero o el uno; y lo analógico es lo continuo. Creo que el pensamiento es así. Frente a cualquier cosa, y con respecto a la computadora también.

-Decía que en la computadora el texto tiene mayor pureza. Un texto que pierde sus asperezas, sus impurezas ¿es más vital?

-Esa es una discusión eterna. Si hay una pérdida de frescura. Te diría al contrario: cuando voy puliendo y puliendo, siento que me sobra vitalidad. Y el tema de la frescura, el ejemplo que doy es: ¿viste alguna vez la exposición de los estudios del Guernica de Picasso? Picasso tiene más de 100 estudios del Guernica. ¿Perdió vitalidad? ¿Por qué todas las expresiones pueden entrenarse y la artística no? Ojo, no es una regla absoluta. Sé de obras preciosas que han salido en una noche. No hablo mías jaja. A mí no me sale.

-¿El entrenamiento puede dar lugar a una profesionalización que dé como resultado una gran calidad pero desfavorezca la conmoción?

-No me animo a sacar conclusiones absolutas. A mí me encanta el jazz. Y me gusta mucho tanto la pieza bien armada como la improvisación. Y de golpe una improvisación me llega más que una pieza bien armada y de golpe al revés. Pero esto viene desde los clásicos también. Soy músico también, violinista. Y la mayoría de los conciertos para violín clásicos (hablo de Beethoven, Brahms) había una parte que ellos llamaban cadenza. En toda esa parte, durante cinco minutos ponele, el intérprete hacía variaciones sobre el tema. Improvisaba. Y después, algunas se hicieron famosas. Pasaron a partitura. Es un terreno incierto, en el sentido que son muy válidos los dos. Como es muy válido en la vida programar ciertas cosas y no programar, también. Creo que hacerse la pregunta de qué es mejor nos limita. Nos va a quitar un pedazo. Prefiero elegir las dos. Hay obras que sí. Hubo una vez que estuve dirigiendo una obra en España, La mosca blanca. Tenía un mes y medio, y todas las mañanas me iba a escribir. Y escribí cuatro obras cortas. Después, Volvió una noche, que ganó el premio Casa de Las Américas, tardé ocho años en escribirla. Y terminé una versión para el concurso, y después que gané seguí escribiendo, cambiándola. Y siento que me salió bárbara. Por eso no me animo a sacar conclusiones. Cada creador y cada creación son diferentes.

-Y cuando se pone a escribir ya tiene claro el camino.

-No, seguro que no. Pero por principio. Me opongo totalmente a la ortodoxia en la dramaturgia, que sostiene que hasta que uno no tenga en claro qué va a escribir no puede sentarse. Yo digo: si uno ya sabe lo que quiere decir, que no se siente a escribir. ¿Para qué? Uno debe descubrir la historia que quiere contar, porque si no hay como una priorización de la idea, y la idea está muy condicionada culturalmente. Un creador no tiene por qué ser ni un político, ni un filósofo, ni un ensayista ni nada de eso. Es alguien que inventa una historia, descubre una historia y se sorprende, se divierte, se conmueve con esa historia. Entonces es probable que a quienes la vean o la lean, les pase lo mismo. Pero si lo que hago es no una creación artística, sino lo que llamo la ilustración artística de una idea, por qué no voy a pensar que ya otro, miles de otros tienen la misma idea. El tema es descubrir algo que nos conmueva, nos divierta, nos sorprenda. Por eso creo que hay dos momentos claros en la creación, en general. Uno es tener una imagen que nos conmueva, divierta, sorprenda, seguir la imagen, seguirla hasta descubrir la historia que queremos contar. Una vez que descubrimos la historia, ahí entra el oficio. Ahí uno puede pensar en la estructura que va a tener, cómo la voy a contar, cómo desarrollo los personajes, cuál es el conflicto, la acción dramática, todos los principios de la dramaturgia creo que pertenecen a un segundo momento de la creación, no al primero. El primero tiene que ser caótico, donde domine el inconciente, las asociaciones arbitrarias. Un ejemplo que a mí me gusta dar es: imaginate un tipo sentado en Florida y Lavalle, mal vestido y la gente que pasa, le tira monedas; te conmovés. Pensás, si escribís una obra sobre ese tipo, de qué voy a hablar: de la miseria del hombre, de la explotación del hombre por el hombre, de la desconsideración. Ahí estamos sellando la imagen con una idea. Yo digo: sentate al lado del tipo, con un mate, y le preguntás por qué está ahí. El tipo te cuenta que hace 20 años discutió con el hijo, a él hubo algo que le pareció mal, y le dijo te vas de casa. El hijo le dijo: mirá que si me voy no vuelvo más, y el padre le dijo está bien. El hijo se fue y no volvió más. El tipo hace 20 años que está sentado ahí, en la esquina donde más gente pasa en la ciudad para ver si ve pasar al hijo. Es una historia que si vos la sellás con la idea nunca te podría aparecer. Esto es lo que propongo como método, es decir, hay que metodizar esto a partir de la imagen, porque lo que está metodizado de manera ortodoxa, influidos como estamos por el racionalismo, la Ilustración, domina la idea. Yo digo que no, en la creación domina la imagen.

-¿Cuál fue la imagen que le inspiró “Te voy a matar, mamá”?

-Tengo recuerdos de qué es lo que reclamaba. La fantasía de matar a los padres es universal, diría; matarlos metafóricamente. Pero a mí me parece que la mujer, en general, es dramáticamente mucho más interesante que el hombre, porque es más irracional, más incoherente. Los hombres estamos mucho más marcados por la racionalidad. Se me ocurrió que una cosa tan loca podía ser más interesante en una mujer, donde se permite más las asociaciones arbitrarias que pueden ir conduciendo por caminos inesperados. Y además hay un tema sexual: no hay ninguna duda de que me interesa más el mundo de la mujer, no es tan raro; me siento más atraído por ese mundo.

-¿Revisa sus obras o una vez estrenadas ya están escritas para siempre?

-Lo he hecho varias veces. Por ejemplo, Cuarteto es una versión alargada de Concierto de aniversario. Una obra que a mí me encantaba y en determinado momento sentí que le faltaba al principio, como un planteo. Escribí el planteo y se transformó en una obra larga. Otra obra, Compañía, que probablemente es mi obra más puesta (en el mundo debe estar cerca de las 150 puestas), y siempre que la veía había algo que no me gustaba, y un día me pareció encontrar lo que no me gustaba y entonces escribí una nueva versión. Al pedo total, porque la gente me siguió pidiendo Compañía. Leé la nueva versión, decía yo, y todos me decían: no, me gustó más Compañía. Después se me ocurrió una vuelta más de la segunda versión: el cambio de roles, el cambio de sexo de los roles, y escribí una nueva. Así que no, no me respeto nada jaja.

-¿Y una vez estrenada, le pasa que al verla piensa que es otra obra a la que escribió?

-Con Volvió una noche me pasó mucho. Como la vi en muchos lugares muy diferentes, me di cuenta que había una cantidad de significaciones que no las había visto nunca. Pero tengo conciencia que la significación depende del espacio y el tiempo donde la obra se presentaba. Incluso vas al cine hoy y sentís que lo que te pega de la película es algo determinado. Vas la semana que viene después de que te peleaste o te animaste con tu pareja y lo que te pega es otra cosa. Leés otra cosa. Siempre se dice que hay una puja entre el autor y el director, y lo que imaginó el autor nunca lo ve plasmado en la puesta. No es así. Varias de mis obras, lo que he visto, era mucho mejor de lo que había escrito.

-El milagro de la interpretación.

-Es maravilloso. Por eso desde que empecé a dirigir decidí no dejar de dirigir nunca. Descubro otra obra y me fascina. Lo apasionante de la creación es justamente eso, conmoverse, divertirse, sorprenderse, esa emoción que te va embargando, y entonces la dirección es otra fuente, porque yo no me respeto como autor. De golpe encuentro otra vertiente. Los actores se ríen porque leo el texto y digo: jejeje, ¿quién es el pelotudo que escribió esto?, porque me doy cuenta que no tiene nada que ver con el lugar que descubrimos que tenemos que ir.

-Tiene 40 obras, ¿cree que son demasiadas escritas para usted mismo y para la cantidad de obras que hay en el mundo?

-Si uno parte de la idea, sí; si parte de la imagen que lo conmueve, son infinitas. Las imágenes que te conmueven o divierten es una puerta al infitnito. Inclusive de Te voy a matar mamá, la interpretación de Mercedes Funes a mí me muestra otra obra. *
 

martes, 16 de agosto de 2011

Cambio de Sala y de Horarios!!!

Hola!! les contamos que volvieron, tras una excelente temporada en el Konex, los dos unipersonales de Eduardo Rovner: Te voy a matar, mamá y Sócrates, el encantador de almas. Ahora en el Teatro La Comedia!!!

No te lo pierdas!!!

Funciones:

Sócrates, el encantador de almas: Domingo 18:00 hs


Te voy a matar, mamá: Domingo 20:00 hs.

Teatro La Comedia: Rodriguez Peña 1069

Informes: 4815-5665 / 4812-4228

Los esperamos!!
Saludos!!


lunes, 18 de julio de 2011

NOTA EN PERFIL

Por Ana Seoane 

"Seré la malísima de la televisión"

En la Fundación Konex hace Te voy a matar, mamá. Además, prepara su nuevo personaje en la nueva tira de Telefe, Cuando me sonríes, para el que se tiñó de pelirrojo y se dejó el flequillo.

Cuando llega a la entrevista cuesta reconocer a Mercedes Funes, ahora pelirroja y con flequillo. “Este cambio de look es por el nuevo personaje –explica– que encarnaré en la próxima tira de Telefe, Cuando me sonríes, junto a Facundo Arana y Julieta Díaz, aún sin fecha de aire.” Mucho más no podrá contar mientras se maquilla en el camarín de la Fundación Konex, un rato antes de interpretar Te voy a matar, mamá, escrito y dirigido por Eduardo Rovner. “A mis 13 años, en teatro hice Gipsy, junto a Mabel Manzotti, luego hice varias temporadas con La flaca escopeta y también giras con Flores de acero.”
—¿Cómo fue trabajar con Rovner, autor y también director?
—Le tuve miedo al comienzo, pero él convocó a Fabi Maneiro, con quien también trabajé. La puesta en escena fue compartida, casi por los tres, ya que hay muchos movimientos que salieron de mí. Aporté varias grabaciones porque mis padres habían guardado mis voces desde bebé y Rovner reescribió una escena, basándose en ese material.
—¿Es tu primer unipersonal?

—Sí, es un texto absolutamente catártico. Cuando lo leí vi difícil encontrarle matices, pero al transitarlo descubrí lo que quería decir, más allá de lo literal del título. Habla de los deseos individuales de matar ciertos aspectos de uno que son nocivos. La necesidad de dejar de ser hija, para transformarse en persona. Crecer es un camino de mucho dolor y en este personaje se ven reflejadas muchas personalidades. La obra la escribió un hombre que imaginó a una mujer, por lo cual tiene una gran universalidad. Nosotras, a diferencia del universo masculino, sentimos la necesidad, en algún momento de nuestras vidas, de proyectar, con la búsqueda de un “para qué”, sea un hijo o una profesión.
—¿Cuál es tu “para qué”?

—Ahora, con mis 32 años, lo tengo claro. Me pregunté si era feliz actuando, creí que lo hacía por inercia, por oficio y porque me daba de comer. Pero descubrí que ésta sí es mi verdadera vocación y me da plenitud. El otro “para qué” fue mirarme y confesarme que en algún momento quiero ser la madre de alguien. Todas estas dudas se las volqué al personaje, la gran diferencia es que yo tengo las herramientas y me tengo fe, mientras que mi protagonista no.
—¿Tus maestros?

—Por un lado, con quienes estudié: Raúl Serrano, “el Indio” Romero y Julio Chávez. Por otro lado, los compañeros con quienes compartí escenario y me enseñaron: Nora Cárpena (en Flores de acero), Nacha Guevara (El graduado) o Arturo Bonín (Illia).
—En la nueva tira, ¿harás de la contrafigura de Julieta Díaz?

—Seré la pelirroja malísima de la comedia (se ríe). Debo tener cara de mala, ¡pero juro que soy buena! Estos personajes tienen muchos matices, arman los conflictos y a mí me divierte mucho hacerlos.
—¿Te preocupa la competencia con El Trece?

—La televisión es un negocio que nunca entenderé. Pero me hace feliz que haya tantas ficciones, creo que se retroalimentan. Ojalá que haya, así se crea el hábito de verlas. Ahora se sumó Canal 7, sólo falta el 9. Sería ideal que los cuatro canales de aire dieran estas opciones, para los actores y para el telespectador. Las ficciones no emiten opiniones, sólo son entretenimiento. El arte no es déspota, siempre abre caminos y no te exige nada.
—¿“Cuando me sonríes” tendrá un contenido social como tuvo “Vidas robadas”?

—No puedo adelantar nada, pero ésta es una comedia. Creo que lo que se busca es hacer reír sin caer en bajezas, ni ofender, sino con el “estilo Yankelevich”, como Grande pa o Mi cuñado. Se busca una pantalla menos agresiva, dejar el bastardeo y entregar una sonrisa; más en un año tan político como éste, con elecciones mediante.

El recuerdo de Romina
—¿Qué recuerdo te dejó Romina Yan?
—Tuve la suerte de ser su compañera de camarín en Casi ángeles; ella quiso compartirlo, demostrando una vez más su generosidad. Estos gestos los tuvo siempre. (Se quiebra, lagrimea.) Quiero ser honesta: fue una persona muy buena y generosa conmigo, sin hacer demagogia. En un mal momento de mi vida (cuando se separó de Nicolás Vázquez, a quien no nombró en ningún momento), me arrastraba a tomar un café y un día llegó con un sombrero de regalo. Son actitudes de una mujer espléndida. Por eso dolió tanto su partida. La vida sabrá por qué se la llevó.
—¿Te psicoanalizás?

—Sí, pero me gusta más decir que hago análisis. La vida es una sola y vi bastantes muertes a mi alrededor. Hoy creo que hay que devorarse la vida, no perderse nada. Para eso debo estar atenta a mí y ese espacio me lo da.
—¿Llegaste al análisis por tu separación?

—No, hace nueve años que me hago preguntas. Me costaba mucho escucharme y saber qué quería. Ahí pude mirarme el espejo del alma, y me ayuda día a día a verme como soy. 
—¿Hoy estás en pareja?

—Sí. Apareció en mi vida Fernando, que trabaja en la Bolsa de Comercio. Es una de las mejores personas que conocí. Muy buen tipo. Convivimos con mi perra (Simba) y un gato (Momo) que encontramos en la calle, en tiempo de carnaval.

 Link: http://www.perfil.com/ediciones/2011/6/edicion_582/contenidos/noticia_0016.html

NOTA EN ASALALLENAONLINE.COM.AR

Por Carolina Amoroso
Una mujer-niña planea matar a su madre. En la preparación del ritual que dará muerte a su progenitora, la eterna hija desentraña todos los traumas acuñados a lo largo de una relación que, apelando a un eufemismo, resulta algo más que conflictiva.
Te voy a matar, mamá de Eduardo Rovner se sostiene sobre esta línea argumental. Pero, desde esa peligrosa motivación, se desprenden aristas aún más interesantes: el amor (en la expresión más tierna, y en la más perversa), la imposibilidad de elaborar la muerte, la frustración, la soledad, la patética e infructuosa búsqueda por dar sentido a la existencia, la negación al crecimiento, y los miedos (todos).
La obra de Rovner nos invita a reflexionar sobre la escena primaria del amor. Y por ende, sobre el poder que adquiere a lo hora de formar (o deformar), nuestra identidad. Se trata de un unipersonal donde, inteligentemente, el único personaje en escena es el de la hija. Sin embargo, a través de esa subjetividad, se  presentes los demás protagonistas de la historia. El sujeto detonante de la acción (la madre),  adquiere una presencia inquietante, construída, paradójicamente, a partir de su aplastante ausencia. Se reconstruyen así, todas las grietas de la inquietante trama familiar.
El trabajo de la actriz Mercedes Funes es un conmovedor despliegue de oficio actoral. Logra traer a escena un sinfín de imágenes y personajes (o fantasmas), con un compromiso emocional que revela un gran sentido de verdad. Entiende el imaginario del personaje y lo abraza exponiendo toda su humanidad.
La puesta es austera, con objetos y escenografía muy bien dispuestos en el espacio. Las transiciones logradas a partir de cambios e iluminación delinean imágenes poéticas y sugerentes. Las grabaciones utilizadas para llevarnos a las memorias de la infancia del personaje también resultan acertadas y hasta necesarias.
Desde la dirección hay, quizás, un cierto abuso de la intensidad dramática. La pieza aparece teñida, por momentos, de un recurrente tono lacrimoso que desvaloriza los matices emocionales de la protagonista, restándoles impacto. El mundo de los extraños rituales de espiritualidad chabacana en el que se apoya la protagonista para dar sentido a parte de su accionar, pueden servir de buena excusa para explotar momentos de absurda comicidad. Si bien aparece un intento de hacerlo, es sólo un tímido esbozo.
Lo más logrado, desde la dirección, es el impactante final, que es verdaderamente inesperado y nos deja, como a la protagonista, suspendidos en la desolación.

Puntaje: 3/5

martes, 7 de junio de 2011

NOTA EN ASALALLENAONLINE.COM.AR

Por Federico Glatsman 

El Otro y su Sombra

¿Qué sucede cuando los pensamientos paranoicos se hacen presentes en las personas y que sucede cuando llegan a su límite? El delirio, la desesperación y el pánico se adueñan de nuestros cuerpos y mentes, nuestros actos quedan expuestos y la debilidad y sensibilidad nos sorprende peligrosamente.
Este es el caso de Pico, un viajante aparentemente “normal” que pernocta en una habitación de pueblo y repentinamente se encuentra con su personaje antagónico. Pico intenta comunicarse pero no encuentra respuesta alguna; indaga, conjetura, saca conclusiones pero sin éxito. El contenido de la valija del extraño y un exterior enigmático lo exaspera; solo el deseo de dormir y sobre todo de acallarlo seria una solución divina para un placer divino: DESCANSAR .
La invasión de Pico es cada vez mas insoportable, la atmosfera se intensifica y un desenlace imprevisto se presiente.
Esta lógica se repite durante toda la obra y  por momentos se transforma en una sintonía con pocos matices. Se desarrolla en un solo acto de aproximadamente una hora y la puesta en escena se presenta con un carácter realista que ubica al espectador en tiempo y espacio y que con algunas menciones hacia Pablo Milanes y su música dan cuenta de la contemporaneidad de la misma.
En conclusión una propuesta jugada que, dada la dificultades intrínsecas de la obra propone una mirada critica en el análisis a la hora de observar los recursos teatrales utilizados; y que teniendo en cuenta el carácter minimalista de la misma, el desafío actoral queda doblemente jaqueado.

lunes, 6 de junio de 2011

NOTA EN EL CALEIDOSCOPIO DE LUCY

Mercedes Funes: Una mala de buen corazón

La tele la puso en el candelero con Luz, la jefa de ministros malísima de “Casi Ángeles” pero ahora, con “Te voy a matar, mamá”, de Eduardo Rovner, da rienda suelta a su versatilidad como actriz. Agradable y sincera, Mercedes Funes cuenta como fue la génesis de la obra y también de su vuelta a la televisión.
- Cómo surge la posibilidad de hacer “Te voy a matar, mamá”?
-Me llamó Eduardo Rovner, el director, para hacer “Te voy a matar, mamá”. Ya nos conocíamos de cuando habíamos hecho “Illia”, con Arturo Bonin y pegamos muy buena onda. Me llamó un día para hacer este unipersonal y lo primero que le dije fue “No”. Estaba aterrada. Me pareció demasiado. El texto tiene un contenido muy grande y al leerlo parece más porque no tenés forma de procesarlo o de ver a alguien transitándolo. Me hice la tonta pero volvió a insistir –lo cual le agradezco- y ahí si, me animé. Empezamos a ensayar, muy de a poquito, con los miedos típicos, para superar que era mi primer unipersonal y más con estas características, donde no hay algo liviano ni anecdótico. Asi empezamos a ensayar. De a poquito, con los miedos típicos, para superar que era mi primer unipersonal. Era la primera vez que hago algo sola y más con estas características, donde no hay algo liviano ni anecdótico. Te tenés que zambullir de cabeza con las emociones, el cuerpo, la mente. No juzgar al texto ni al personaje, no tener dudas ni miedo.

¿Y meterte en el personaje en si?
- Fue un trabajo que hicimos de a poco. Charlamos mucho con Eduardo al respecto. Los primeros ensayos fueron en el living de su casa y era charlar sobre que nos parecía esta mujer y qué conclusiones sacábamos al respecto. Porqué decía lo que decía y de a poco le fuimos armando el mundo. Los porqués no están en el texto. Solo una mujer que dice. Para sostener un texto de semejante envergadura, con un nivel de angustia y de catarsis tan grande, tenés que tener un porqué muy fuerte detrás. Ella está al borde del abismo y existe la posibilidad que se lance.

- ¿Cuanto duró el proceso que me estás describiendo?
- Dos meses. Poco si se quiere pero muy intensos. No hacía otra cosa que leer la obra y charlar con Eduardo. Me aferré en lo personal a tratar de armarle este mundito y por ahí, hacía improvisaciones en mi casa donde yo hacía de la madre para tratar de entender como era la madre y como la veía. También hice de padre, para ver como era. Actué de la madre y del padre, que en el escenario no se ve pero lo hice para conocerla o de ella, en otros momentos de su vida. Creo que un actor no puede hacer algo del todo correcto sino conoce lo que hace. Vos tenés que conocer  asi como uno se conoce….por más que no del todo, conoces tus razones cuando andas por la vida. Tenés que comprender y abrazar a tu personaje por más que diga cosas que te parezcan ridículas o con las que no estes de acuerdo. Para eso, te tenés que poner en el cuerpo no solo en la hora de texto sino que además, fuesen fotos de retrospectiva que tenés que vivirlas. Tenés que saber como toma café, como duerme, que cosas le gustan, con que se asusta. Ese fue un trabajo muy interesante y también muy divertido.

- Tengo una laguna grande como el océano Atlántico pero ¿tiene nombre el personaje?
- Si y lo digo una sola vez.

- Y la madre?
- No tiene nombre. Ella se llama Florencia, Flor y lo dice una sola vez. Tiene un sentido ya que no está en contacto con su identidad, con ella misma. Ella es “la hija”. No es Florencia y está desde un lugar de hija. La madre no es…ponele que se llame Norma, no puede verla de esa manera, como Norma sino como “la madre”. Esto habla un poco de cuando los hijos, exclusivamente, nos ponemos en lugar de “hijos” y los padres, en el rol de “padres” y no somos capaces de darnos cuenta que hay una persona. Eso es crecer y dejar de ser hijo. Colocar al padre en un lugar más real. Cuando sos chico, necesitás tenerlo arriba como si fuera un ídolo, en la adolescencia lo necesitás como tu peor enemigo. En definitiva, es como el ojo de Sauro, en El Señor de los Anillos, es una mirada especial. No es cualquier mirada, es la mirada del padre. Cuando crecés, me parece que, entre tantas cosas, te exorcizas de esa mirada y empezás a mirarte a través de tus propios ojos. Están quienes pueden, quienes no, los que lo hacen solos, los que lo hacen a través de terapia y está un personaje como Flor. Es un personaje que está en una obra, con un texto totalmente extremo, y lo que está manifestando, al decir “Te voy a matar, mamá” es que necesita matar a esa imagen maternal para verse ella misma como una mujer. Lo que realmente le duele es que no puede.

- Cuando Florencia dice “vos me pusiste en este lugar”, es una situación que para cualquier chico/a de veintipico y treinta y pico es genial. Le compran un depto para que se vaya a vivir sola! Ella se ubica en una especie de exilio forzado!
- Si. Más sabiendo las verdaderas razones del porque pero tiene que ver en un punto, que también está en la obra del padre que quiere que el hijo camine y realmente el hijo se independice y del padre que “basta ya” de estar sosteniéndolo y le compra un depto para que se vaya directamente. La finalidad es la misma y la intención es diferente. Hay muchos vinculos que el padre sostiene y después es “ya no te banco” que es diferente al “quiero que vueles porque te lo mereces”. También están los que “no quiero que vueles porque te necesito para yo tener un sentido”. Claro porque acá estamos hablando desde la hija de cómo le conviene seguir siendo hija para no hacerse cargo de su propia feminidad y adultez pero también están los padres, que necesitan seguir siendo padres para no hacerse cargo de su adultez. Como necesitamos tener roles con otro que también nos complementa y nos de un sentido. Yo trabajo de padre, de hijo, de hermano y me olvido de mi. Muchos hacemos eso y terminan los vínculos, en casos extremos, muy enfermizos que no te permiten tener la libertad de desarrollarte libremente como persona. Estas cosas están en el texto. Sin ser tan explicito pero están. La obra es absolutamente simbólica y cada mueble tiene su significado. Cada texto que digo, por más ridiculo que sea, tiene un trasfondo muy profundo. Lo que más me gusta del trabajo que hicimos con Eduardo es que no hay una sola palabra puesta para adornarlo. Esto es absolutamente hermoso porque, como actriz, a pesar de ser un texto complejo, es fácil porque es como pisar sobre tierra firme. Se porque digo lo que digo y siento cada momento de la obra. Es imposible perderme, distraerme o desconectarme porque se perfectamente que le pasa a esta mujer. 
 
Impasse 1: Son las 19 hs de una noche fresca. Un cortado viene muy bien para matizar la charla con Mercedes, que llega al bar, muy puntual. Charlamos de la obra y lo rico que fue la composición de un personaje por demás enigmático. Mercedes habla con naturalidad. Es sincera y dice lo que piensa. No escapa a ningún tema para charlar. Medita antes de decir algo y se ríe con frescura con las respuestas que van surgiendo.

- Tuviste una popularidad importante que te dio la televisión. Cómo fue salir de la televisión para meterte en la obra?
- Es diferente pero no tanto. Hice teatro bastante pero lo que más se recuerda es la televisión. Aunque no lo creas, me siento más expuesta en el teatro que en la tele porque tengo que realmente exponer mi alma, mis herramientas de actriz (las que gusten y las que no, mis virtudes y mis defectos). Me expongo entera con el vértigo que al espectador le guste o no y soportar eso. En televisión, no le veo la cara del que recibe lo que hago y segundo, si bien también expongo mi alma ya que trabajo desde un lugar absolutamente verdadero, el vértigo es menor. Primero porque, en esta obra, estoy sola y a la única a la que van a mirar, es a mi. Cuando estás en un elenco, sos parte de un equipo. Me gusta y me siento más cómoda trabajando en equipo. De hecho, es lo que más me está costando aprender. Igual lo hago bien, no lo padezco sino que lo disfruto pero la primera vez que hice la obra, en un momento determinado, cuando levanto el arma, mientras decía el texto pensé “Estas sola!”. Y dije “Que miedo!” y a su vez, tenía que seguir hablando, porque no tenía un compañero al cual hacerle un guiño, que me tenga la pelota y “bancame”. No es un partido de futbol sino un partido de tenis. Es otra la presión. La televisión es más expuesta popularmente y el teatro es más expuesto, intimamente. Creo que el vértigo está más ahí.

- Estas preparando algo de tele?
- Si, voy a comenzar a filmar una nueva tira de Telefe.

- Se puede decir algo?
- Lo tengo prohibido! Jajaja. Es la nueva tira de Facundo Arana pero bueno…

- Otra mala, no?
- Si…

- Te gusta igual….
- No se si me gusta pero es para lo que me llaman….jajajajajjajaa. Igual me divierte mucho. Lo bueno es que mis compañeros, y también voy a trabajar con gente con la que ya había trabajado anteriormente y con la que tengo mucho afecto.

- Hace un tiempito en una nota con Eleonora Wexler, (http://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2010/08/eleonora-wexler-talento-y-belleza.html)  ella contaba que se divierte mucho haciendo de “mala”. Por qué?
- Las malas, de por si, ya tienen un pensamiento un poco más sofisticado, no? Por lo tanto, más divertido. Te obligan a hacer cosas que en la vida no harías. No vas por la vida tratando de envenenar a alguien o ver como la atropellas con el auto. Usás el sadismo desde un lugar de humor. Te permite jugar más, haciendo humor, clown por más realista que sea la tira. Es más entretenido y se que son los más agradecidos. Yo misma, como espectadora, sigo al héroe y me gusta pero estoy esperando que aparezca el malo, haciendo una diablura, metiendo la cola porque es lo que le da pimienta a la cosa.

- Cómo te llevás vos con los medios?
- Con los medios siempre me llevé bien. Nunca tuve demasiado conflicto. No me considero una persona popular ni “de los medios”. No me meto en esos juegos ni juzgo a quien lo hace. Es una cuestión de personalidad. Soy un poco ermitaña en eso. Creo que cuando uno se muestra claramente y es uno el que pone las pautas, el medio te lo respeta. Nunca sentí en momentos de mayor exposición, si se quiere de mi vida personal, que quisieran pasar más allá de lo que yo habilité. No tuve la desgracia de encontrarme con nadie que pasara ese límite de respeto. Siempre fui una actriz que trabajó siempre, con personajes lindos; una trabajadora más que nunca estuvo “lejos” o con demasiado vértigo para mostrar salvo que quisiera vender espejitos de colores que no es mi caso. No tuve la desgracia de encontrarme con nadie que pasara ese límite de respeto.

- Te preguntaba por el debate que se inició con lo de Juana Viale con respecto a lo que se puede mostrar y que no. Imagino que debe ser muy extraño…
- Si, es muy extraño. Entrás en una situación tan rara como de salir a la calle y tener una guardia fotográfica. Es un poco invasivo pero ¿Qué se hace con eso? Se trata de lidiarla. Lo mejor que podés hacer es quedarte quieto porque todo pasa. Si lo confronto, genero más violencia por eso dejo que todo pase. 
 
 
- Si por la puerta de este bar, entrase la Mercedes Funes que recién empezaba con su carrera, qué le dirías? Algún consejo? Alguna recomendación?
- Hummm, (piensa), le diría “no dejes de creer en vos, nunca, porque lo único que hacés es perder tiempo”. Le diría eso porque es una profesión en la que tenés que estar muy entero para seguir creyendo en vos ya que son más los NO que los SI. Entonces, por cada NO que te afecta, que te hace cuestionar lo que sos, si estás capacitado o no, lo único que hacés es perder tiempo. Creo que si no te dejás afectar por esa mirada ajena que te juzga permanentemente en este trabajo, si estás convencido de lo que hacés, avanzás más rápido. No hacia un resultado sino a tu crecimiento personal. Creo que, en algún momento, no crecí con la intensidad que debía porque no creía en mí. Conozco mis limitaciones y se lo que me falta pero me creo capaz de poder crecer. Aunque vengan y me digan que no. Acepto la mirada pero se que no es la única. El actor debe tener un legítimo amor propio que cuesta mucho en este medio en donde con la mayor liviandad del mundo y los argumentos más estúpidos te cierran la puerta y te dicen que no. Uno lo que tiene para vender es su propia humanidad. Tenés que estar muy en tus cabales para saber que esa no es la única mirada. Eso se adquiere con el crecimiento.

- Y el ego?
- El ego es una palabra que está mal interpretada. Pareciera que tener ego es malo y no es asi. Ego es yo y si no te querés a vos mismo no podés ni siquiera empezar con algo. No podés permitir que los demás te quieran. No digo querer a otros sino que los demás te quieran. Ahora hay otro ego desmedido que es otro y es egoísmo, capricho e inseguridades puestas en función de “porque yo, porque yo”. Creo que hay que tener un buen ego y eso lo digo tanto por un actor, un cocinero o la señora que sale a hacer los mandados. Porque sino ¿como salís a la vida? ¿Pidiendo permiso? No…pero muchas veces salimos pidiendo permiso. Un actor no puede actuar pidiendo permiso. Ni a la obra, ni al personaje ni al público por miedo al escenario. Se tiene que plantar y faltarle el respeto a la obra, al escenario y al público. Se tiene que adueñar y para eso, debe creer en él. Ego. Está mal entendida la palabra “ego”, que no es lo mismo que divismo. Ego es amor y aceptación a uno y en base a eso, construir todo lo demás.

“Te voy a matar, mamá”. Ciudad Cultural Konex. Sarmiento 3131. Sábado, 21 hs; domingo, 19 hs.
 
 Link: http://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/

jueves, 2 de junio de 2011

EDUARDO ROVNER DE GIRA POR POLONIA Y REPÚBLICA CHECA

El Dramaturgo argentino visitará en junio Praga, Cracovia y Varsovia; ciudades donde elencos locales representan sus obras. Rovner ofrecerá conferencias, participará de la Bienla eGolem y se reunirá con teatristas de la región y firmará ejemplares en polaco de La Mosca Blanca.

En Buenos Aires continúan en cartel dos unipersonales de su autoría y dirección en la Ciudad Cultural Konex; protagonizados por Mercedes Funes y Luis Campos: Te voy a matar, mamá y Sócrates, el encantador de almas. La pieza Don Arturo Illia con Luis Brandoni. Y,
Además, acaba de estrenarse en El Tadrón El Otro y su sombra, con puesta de Christian Barrientos.

Sobre la Gira
6 de junio
Conferencia “El proceso creador en el arte y en las ciencias”. En la Bienal eGolem de Praga (República Checa); organizada por el Instituto Cervantes de Praga.

11 de junio
Conferencia “La imagen como generadora en la escritura dramática”, en Cracovia (Polonia), organizado por el Instituto Cervantes de Varsovia
Firma de libros: “Teatro Argentino”. Contiene La Mosca Blancade su autoría y La Gracia de Griselda Gambaro; edición en polaco.
Presencia una puesta de La Mosca Blanca por un elenco polaco.

15 de junio
Reunión con teatristas locales en Varsovia (Polonia); preparada por el Instituto Cervantes de Varsovia.
Presencia  una puesta de La Mosca Blanca por un elenco polaco.

18 de junio
Presencia en la Quadriennal de Praga (República Checa), invitado por su Directora Artística.
Reuniones con productores y directores de teatros de diferentes ciudades de la Rep. Checa en los que se están representando diferentes obras de Rovner, por la posibilidad de montar otras.

NOTA EN CULTURAR.COM

LA DIFICULTAD DE COMUNICACIóN

Por: Gabriela García Morales
 
Rovner crea un diálogo entre dos personas en la que uno sólo se expresa con gestos y movimientos pero que es parte de un todo en la relación interpersonal. Esa podría ser una interpretación, pero quizás se puede ver como un diálogo interior.  Lo importante es apreciar la riqueza del texto. Devela un gran conocimiento de la espíritu humano por parte del autor que manifiesta en todas su obras en cartel como " Sócrates, El Encantador de Almas", "Te voy a matar, mamá" y el doctor Illia. Gran variedad de temas pero siempre están poresentes los principios, los valores y los miedos.

El otro y su sombra  es una de las cuatro obras que tiene en cartel el talentoso Eduardo Rovner en el Tadrón. Un texto riquísimo en la exposición de los matices del alma humana. 



En El otro y su sombra, la acción se desarrolla en una habitación de un hotel de pueblo, donde se encuentran Pico y un personaje silencioso que llega portando una valija. El silencio de ese personaje genera en Pico, las sospechas sobre quién es y qué trae en su valija. Pico, a partir de sus suposiciones generadas por la falta de respuestas, reflexiona caóticamente, saca conclusiones extrañas y acrecienta sus temores, los que aumentan, además, por un afuera peligroso. La pieza indaga en los sentimientos persecutorios que generan la incomunicación o la falsa comunicación y que pueden llegar a provocar situaciones extremas y peligrosas desde la suposición de qué quiere decir o hacer "el otro". En última instancia ¿Quién es "el otro" y quién es "la sombra"?
Es para destacar la actuación tanto del verborrágico papel de Marcelo Reinoso como también la expresividad de los gestos de Santiago Fontenla.
CUENTA CHRISTIAN BARRIENTOS SOBRE EL PROCESOElegimos esta obra en particular no sólo por su contemporaneidad, sino que además, la historia hurga en la curiosidad, en el misterio de las pasiones humanas, la incomunicación, en los miedos; y hasta dónde éstos pueden hacernos tomar decisiones desafortunadas.

Tomando en cuenta todos estos parámetros como punto de partida, fue así que iniciamos nuestra búsqueda, nuestro juego, encontrando en el hacer (proceso de ensayos), ritmo, matices, humor y una atmósfera oscura y sombría.
El naturalismo que presenta la obra como punto de partida, lentamente va mutando hacia otras formas, otros estilos. Por ese camino se orientó nuestra búsqueda.
La resolución formal de la puesta, situa a estos personajes en un ambiente intimista y misterioso.


Link: http://www.culturar.com/notas.php?id=3438&PHPSESSID=e5e0879ca515e1dfa711838ced1c5d29

martes, 31 de mayo de 2011

NOTA EN ENESCENAHOY.COM.AR

Te voy a matar, mamá
Te voy a matar mamá es un unipersonal excelentemente interpretado por Mercedes Funes, escrito y dirigido por Eduardo Rovner. A simple vista esta obra cuenta la historia de una hija que espera a su madre a la que planea matar. Dialoga con ella imaginariamente dándole las explicaciones del por qué de su terrible decisión.
Sin embargo, el comienzo exhibe el primer indicio de que algo diferente está sucediendo. La protagonista está leyendo un libro de Fen Shui, técnica que permite explorar y sacar provecho de la energía propia del ambiente y del hogar. El hogar visto como el espacio más íntimo, quizás evocando al útero materno. Hay que saber ubicarse en ese espacio para sentir cómo fluye. En este caso la protagonista tiene serios problemas para orientarse de forma correcta, su energía definitivamente no fluye. Algo está atascado, algo la molesta, la angustia y se propone expresarlo. La mamá aparece casi inmediatamente como parte de este fastidio. Pero esta mamá que espera y nunca llega, ¿es real, o será simplemente un diálogo interno, una voz dentro de la protagonista?

Utilizando objetos del ambiente, objetos de este hogar o de este útero, la madre toma forma: una estatua de madera indígena, una estatua de Buda, un jarrón. Es la proyección material de una madre inexistente. El diálogo que mantienen es angustiante, sofocante, de poco entendimiento, pero por sobre todas las cosas de una visión muy personal, una visión muy centrada en la perspectiva de esta hija.
Todos indicios de una única alternativa: este diálogo es una exposición casi inmediata de la psicología y el interior de este personaje. Son sus miedos, sus traumas, sus necesidades no asumidas y expuestas en la figura de la culpa, una culpa que se personifica a través de su mamá. Es justamente este punto tan interno que provoca esta incomodidad.

La protagonista busca en elementos externos la explicación de la miseria que siente en su vida actual. Sin embargo no puede ver, la angustia no se lo permite, que primero debe explorar en su interior. Únicamente desde allí podrá hacer que su ambiente, su alrededor, su exterior, fluya de mejor manera. Ambiente intimista, un diálogo de uno a uno, que sumerge al espectador en este juego desde el primer momento.

Por Giuliana Alpern

Link: http://www.enescenahoy.com.ar/obras2011/te_voy_a_matar_mama/te_voy_a_matar_mama.htm

viernes, 20 de mayo de 2011

NOTA EN CAROLINA QUINTANA


¿Pensar es subversivo? 

Puntaje: 7/10
Por su didáctica que no aturde ni cansa; por su entrega y pasión en el escenario; por su incuestionable vigencia, puede decirse que Sócrates, el encantador de almas es un espectáculo para recomendar. 

Por Pablo E. Arahuete

Aún en nuestros días pensar implica un acto de subversión frente a lo impuesto por la cultura; ejercer aquello que nos hace libres y no esclavos resulta para los poderosos por lo menos sospechoso y en definitiva riesgoso para mantener el supuesto status quo de lo que se debe y no cuestionar. Ahora bien, sin terminar en la decisión extrema de beber cicuta en pos de la defensa de las convicciones personales, para un profesor universitario, cuestionado por su método poco ortodoxo de enseñanza, dejar sembrada la semilla del conocimiento y del descontento es un acto de subversión. Ese es el nexo que encuentra la actualidad con el pasado de la época de la filosofía griega en esta interesante pieza teatral de Eduardo Rovner: Sócrates, el encantador de almas, protagonizada únicamente por el actor Luis Campos. Con una puesta en escena mínima y el uso del espacio escénico en función del texto, Campos se desdobla en lo que podría denominarse la representación de su última clase transportando imaginariamente a los espectadores, testigos de privilegio y a la vez conspiradores del silencio como aquellos 501 ciudadanos que participaron durante las jornadas del juicio al filósofo griego declarándolo culpable y condenándolo a muerte por considerarlo corruptor de jóvenes y por introducir nuevos dioses y no honrar a los ya existentes. En los descargos del gran pensador, a quien el oráculo había declarado poco antes del juicio como el hombre más sabio, Campos desmenuza el pensamiento de un hombre de 70 años adelantado a su época y pone en práctica la dinámica de la mayéutica socrática a fuerza de preguntas retóricas al público para intentar dar a luz la verdad en un contexto de absoluto oscurantismo. Pero más allá del viaje hacia el pasado nunca se pierde de vista el presente del profesor cuestionado, así como la amenaza constante de esos pasos rígidos que lo interrumpen y le recuerdan que está vigilado. Resulta también llamativa para la propuesta, la idea que tuvo el autor de apelar al monólogo interior del personaje creando la figura de sombrates, la sombra del propio Sócrates con quien el filósofo discute, reflexiona y se confiesa tanto en público como en la intimidad. Ese fluir de la conciencia que nos aproxima al hombre por encima del mito funciona no sólo como recurso narrativo sino también como elemento para encontrar los ritmos y tonos de un relato que Luis Campos maneja con exactitud y sin sobreactuaciones tentadoras al estar proyectando nada menos que el fantasma de una figura de semejante relieve. Por su didáctica que no aturde ni cansa; por su entrega y pasión en el escenario; por su incuestionable vigencia, puede decirse que Sócrates, el encantador de almas es un espectáculo para recomendar.

Link: http://diario.carolinaquintana.info/web/nota.php?zna=&iSWE_ID_0=&iSWE_ID_1=74&iENC_ID=9978

NOTA EN NOTICIAS URBANAS

Nadie se atreva a tocar a mi vieja ...

Ella, que se llama Flor, está sola. Espera. Saca una pistola. La guarda. Está esperando a su madre para ajustar viejas cuentas pendientes. Amor y odio, suscitado por la pérdida del padre amado, atropellado por un camión porque “mamá tenía tos y quería un antibiótico”. Edipo mete la cola lo justo y necesario pero sin que esto implique caer en una puesta “psicológica” aunque, obviamente, va a tener un tinte de ese tenor con respecto a la protagonista. Ella, que apenas menciona su nombre, vive sola pero no puede con su alma. O dice que no puede. Entabla diálogos invisibles con su madre que está por llegar. Habla, llora, grita y ríe. Culpas y cargos en medio de la tensión de una espera que debe terminar de un momento a otro, mientras el reloj sigue su irremediable destino. La casa, exactamente recreada por una escenografía que ubica a la protagonista en medio de su personalidad y sus pesadillas, es el marco adecuado para la acción. Con un texto fuerte, Eduardo Rovner se mete en el terreno de las relaciones familiares de manera seria y elocuente. ¿Su herramienta? La actuación exacta de Mercedes Funes que transita por la angustia y la locura pero sin caer en ninguna caricaturización, dando cuenta de su sapiencia para el personaje.
“Te voy a matar, mamá” toca el tema de la relación madre-hija con seriedad y sin caer en clichés de ningún tipo.
 Por Daniel Gaguine

NOTA EN REVISTA VEINTITRES

Teatro: Monodrama de una malquerida

“Usted es la culpable...”

Ella espera a su madre, para matarla. El título lo dice: una declaración cargada de rencor, celos, envidia, dobleces y rivalidad. Tácito, en sombras queda un “él”; padre ausente, omitido pero indispensable. Eduardo Rovner desnuda el clásico binomio amor-odio en la relación materno-filial. La hija plañidera, como una griega antigua, ensaya variaciones sobre un crimen terrible y anunciado, que no consumará sino en su imaginación. En Te voy a matar, mamá, la patética protagonista se propone atentar contra otro –su madre–, atraer su atención, cargarlo con culpa indeleble, como hacen también los suicidas. En lo formal, el dramaturgo pulsa las varias voces del personaje de este monodrama de vínculos primarios. Desde el soliloquio, el monólogo interior, a la perorata, el fluir de la conciencia; la reflexión en voz alta y sin interlocutor. Practica el discurso confesional, liberador de una patología tanto como un recurso dramatúrgico y expositivo. Una bienvenida cuota de tenue buen humor aligera parte de su densidad; más advertible en la dirección conjunta de Rovner con Fabiana Maneiro, que en la transcripción actoral de Mercedes Funes, cargada de emoción desgarradora, bajo la delicada sugestión de lumínica de Miguel Morales. La lección para todo adulto parece ser vivir con lo que se tiene a mano, libre del lastre de aquello que se echa inútilmente en falta.
Link: http://veintitres.elargentino.com/nota-2761-zonaroja-Usted-es-la-culpable.html

NOTA EN EL LEEDOR.COM

Te voy a matar, mamá

Hay muchas formas de matar a una madre, a la propia. Meursault, el protagonista de El extranjero (novela que publicara Albert Camus en 1942), mata a su madre en la primera oración del relato: “Hoy ha muerto mamá”, la mata de desidia, de indiferencia. Edipo mata a su madre cuando se casa con ella. Abundan los ejemplos en la literatura y en la vida: ¿cuántas veces has matado a tu madre? ¿Por qué? ¿Por qué no?

Te voy a matar, mamá es una amenaza, una promesa de muerte. Una joven espera en su departamento la llegada de su madre. Ha decidido matarla. Planea formas, ensaya la posible escena del crimen, da razones. En su argumentación es lúcida y delirante a la vez, es razonable y arbitraria, sensible y violenta. Rencores ancestrales salen a flote, viejos temores y rencillas no resueltas. Y una sentencia: La culpa de todo la tiene mamá.

Es una obra cargada de símbolos. Desde la puesta en escena, observamos a una hija incómoda con su vida pero también con su espacio, un departamento al que la madre la ha arrojado para deshacerse de ella. Nada funciona allí como debería, el feng shui (ni toda la filosofía oriental) ayudan a remediar el vacío de una existencia. El espacio primero (el útero de la madre) se contrapone con este otro espacio impuesto, frío, no deseado.

Psicoanálisis y poesía se combinan en este unipersonal que indaga sobre la relación más compleja que arrastra toda mujer, sobre la visión particular y subjetiva de una hija que proyecta sus fracasos y vislumbra su propia culpa.

Excelente trabajo del dramaturgo Eduardo Rovner (actualmente cuenta con varías obras en cartel: Sócrates el encantador de almas, Don Arturo Illia y El otro y su sombra) que nos brinda un texto cargado de matices y la certeza de que una madre es un espejo donde preferimos no mirarnos.

lunes, 16 de mayo de 2011

NOTA EN LA NACIÓN - SÓCRATES, EL ENCANTADOR DE ALMAS

Domingo 15 de mayo de 2011

Un profesor se acerca a su atril, va a comenzar su disertación filosófica sobre Sócrates. Pero se identifica tanto con él que decide poseerlo, encarnarlo? y por qué no, vivirlo. Sin embargo, Eduardo Rovner no se entretuvo haciendo relatos históricos, recopilaciones de datos ni una concatenación de sucesos. Interpuso a la dramaturgia un propósito, un por qué y, sobre todo, acción. En este punto se entiende la razón por la cual debe haber querido dirigir su propio texto. Conoce tanto esa intención inicial de desnudar la esencia del hombre antes que el personaje, que quién mejor que él para transmitírselo a su actor.
Sócrates, el encantador de almas ahonda en el espíritu del hombre, el verdadero motor de su sabiduría. Hizo lo que hizo, dijo lo que dijo por estar convencido de que una sociedad mejor es posible a través del conocimiento profundo y filosófico del ser humano. Pero no sólo de eso, sino de la misma lógica. Es aquel que prefirió las consecuencias de la cicuta a tener que claudicar ante los designios de la Asamblea Ateniense. Dejar de hacer filosofía no entraba en su modo de vida. Tampoco dejar de pensar como pensaba.
El texto de Rovner tiene el preciosismo de una mano maestra. Y Luis Campos parece ser la persona ideal para corporizarlo. Aquí, solito su alma, demuestra una vez más lo inmenso que es como actor. Desde aquel inolvidable Malambo para Ricardo III , hasta Marat-Sade o su brillante trabajo de Marathon , es un actor que no deja de sorprender. Con un absoluto dominio corporal y gestual, se desdobla entre Sócrates y el profesor que lo encarna, al tiempo que dice y vivifica de la misma manera.
Pablo Gorlero

NOTA EN LA NACIÓN - TE VOY A MATAR, MAMÁ

Sábado 14 de mayo de 2011 |

En Te voy a matar, mamá Eduardo Rovner utiliza a la muerte como elemento dramatúrgico, aunque no de modo regidor. Una hija tiene una firme meta: asesinar a su madre, causante de todas sus desdichas. Espera que llegue y, mientras tanto, planea todas las formas posibles de asesinato, al tiempo que justifica su propósito desnudando todos los sentimientos posibles. Desde los más negativos y oscuros hasta lo sublime del amor. ¿Pero será verdad lo que siente esta mujer? ¿Cuán auténtico es aquel sentimiento tan profundo de odio a quien la engendró? ¿Será que ella misma es su propia desdicha?
Esta pobre mujer ensaya, prueba, se pregunta, se responde, pero sobre todo, reclama. Tal vez en una última bocanada, como última chance antes de tomar la turbia resolución.
En su texto, Rovner hurga en cuestiones psicológicas profundas vinculadas a la formación. ¿Hasta dónde la libertad absoluta se interpretará como tal? ¿Una caricia de más no es mejor que tener alas y no saber planear? Claro que, luego de todo esto, le dará un giro total y uno se encontrará con lo inesperado, con la sorpresa, con el golpe. Descoloca.
Mercedes Funes es potente e intensa en su interpretación de esta hija desesperada. Tal vez le falte algo del humor propuesto por la dramaturgia. Pero su capacidad dramática le alcanza para sobrellevar sola este unipersonal tan difícil como profundo.
Cabe destacar el interesante trabajo de iluminación de Miguel Morales.
Pablo Gorlero

viernes, 29 de abril de 2011

NOTA EN SHOW ONLINE

Sócrates, el encantador de almas

Recomienda: Sol Ubalton

Sonidos del viento,suaves y lacerantes flautas anticipando el injusto final que ya todos conocemos.
Vivir y no vivir.Morir,muriendo.
      Dentro de este marco,un apasionado profesor se desdobla ancarnando al viejo y ya indefenso,despues de haber dado miles de razones en su accionar justificando su noble objetivo:Dar luz a mentes ciegas,"ayudar a parir",como su madre,"esculpir y modelar" hombres utiles,como su padre.
      Luis Campos,con una destacada interpretacion,lleva al publico a transitar por aquellas plazas y calles Atenienses convirtiendolo en alumno y bruscamente lo sienta junto a ese consejo obtuso y soberbio proclamador de estupideces que lo juzga y castiga.
      60 minutos sustentados con bellas y sabias palabras que construyen reflexivas frases,nos transportan en el tiempo y nos dan que pensar en el presente. ¿Somos fieles a nosotros mismos?
                ¿La hipocrecia y la vanidad nunca nos tientan? ¿Cedemos ante ellas?
                   "Detras de todo gran hombre se esconde un vanidoso hipocrita."
       En este ambito austero,despojado de todo bien material pero repleto de sabiduria y nobleza,las luces acompañan cada movimiento y la sombra como otro personaje,participa en la escena.
       El actor se desplaza por todo el proscenio,sentado,acostado,bajando y volviendo a subir.Erguido y exhausto se permite con sutiles toques de ironia y de humor ,ser complice del espectador ,a quien le revela su confesion,aquello que no se escribio en ningun libro.
        "Por mirar las estrellas cayo en un poso"
 En la busqueda incesante del conocimiento,paso por alto y se alejo del amor.Su mujer,sus hijos.Nuestros seres mas cercanos y queridos olvidados en la vertiginosa carrera de la evolucion espiritual y material,encandilados por la fastuosidad .
         Por sus descuidos,Socrates se halla insensible.Culpable.          

NOTA EN EL ALTILLO UNDER

TE VOY A MATAR, MAMÁ

Cuando estamos solos se nos pueden ocurrir muchas razones. En este caso, muchas para matarla a ella, a mamá. Ese ser que tanto nos marca desde el principio, ese a quien le atribuimos nuestras gracias y muchos de nuestros pesares. Ese ser que nos alienta pero también ese ser que nos pesa; que nos recuerda lo que somos y lo que NO somos.

Eduardo Rovner trae a Ciudad Cultural Konex esta obra para desmenuzar y disfrutar. De la notable actuación de Mercedes Funes es que apañamos y criticamos a esta hija y a sus razones para el asesinato de su progenitora.
Emociones, nervios, contradicciones y frustraciones que hacen de Te voy a matar, mamá, una obra que nos hace viajar por el amor; el odio; el planteo de las relaciones más complejas que, a simple vista, nos parecen las más simples.
Te voy a matar, mamá es el conmovedor –pero duro- camino de la libertad, de redefinirse a sí mismo.

Para El Altillo Under Canela Ferrara
Link: http://elaltillounder.blogspot.com/2011/04/cuando-estamos-solos-se-nos-pueden.html

martes, 26 de abril de 2011

NOTA EN SHOWONLINE

Te voy a matar, mamá

Recomienda: Alejandro Schaefer
La Ciudad Cultural Konex nuevamente presenta una propuesta de gran calidad, no es para sorprenderse, claro está. Esta vez le toca el turno a un unipersonal perfecto, una obra donde el conflicto se centra en una supuesta relación amor-odio de las protagonistas: madre e hija. Una madre que nunca aparece en escena pero que está más presente que la propia hija, una chica absolutamente fuera de sus cabales y para la cual no existe un punto medio. ¿Será cierto todo lo que dice este personaje y las atrocidades que cuenta? Nunca se sabrá, lo que si sale a la luz son las situaciones irresueltas desde la infancia y que producen consecuencias difíciles de sopesar en la adultez. La historia revelará un final inesperado, y más aún, si uno venía prestándole atención a cada una de las complejas historias narradas por esta joven de pensamientos profundos.
Mercedes Funes, en un papel inolvidable, demuestra nuevamente una ductilidad sin precedentes, con matices que logran emocionar a la platea en cada uno de los parlamentos. La puesta es sencilla, atinada. La escenografía y los efectos de sonido aportan un cálido ambiente para que la gente se compenetre a lo largo de los sesenta minutos de duración. El trabajo de dirección de Eduardo Rovner es perfecto y a punto para esta historia tan delicada y profunda.

NOTA EN CULTURA & ESPECTÁCULOS DE PÁGINA 12

Sábado, 23 de abril de 2011

TEATRO › ENTREVISTA AL DRAMATURGO Y DIRECTOR EDUARDO ROVNER

“Hacer y descubrir da placer”

Multifacético, acaba de estrenar Te voy a matar, mamá y Sócrates, el encantador de almas, en Ciudad Cultural Konex. Premiado y con experiencia institucional y académica, disfruta también de la reposición de Don Arturo Illia, que se ofrece en el Teatro de la Comedia.

Por Hilda Cabrera
Admira a los autores que se instalan en un lenguaje y lo transmiten con naturalidad, aun el más arcaico. Quizás esa forma de expresión surja en una próxima obra, que se sumaría a las cuarenta que ha creado, incluidas versiones para comedia musical y ópera. Sus textos no quedan arrumbados: se lo estrena en la Argentina y en el exterior. Dramaturgo e ingeniero electrónico, psicólogo social –egresado de la Escuela de Enrique Pichón Rivière– y músico, con estudios de violín, Eduardo Rovner acaba de estrenar Te voy a matar, mamá (sábados a las 21 y domingos a las 19) y Sócrates, el encantador de almas (sábados a las 22.30 y domingos a las 20.30), en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. Premiado y con experiencia institucional y académica, disfruta de la reposición de Don Arturo Illia (miércoles, jueves y viernes a las 21; sábados 20 y 22 y domingos a las 19), que se ofrece en el Teatro de la Comedia, Rodríguez Peña 1062, con protagónico de Luis Brandoni y dirección de Héctor Gióvine, donde –a diferencia de la versión de 2009 (Illia, ¿quién va a pagar todo esto?)– domina lo teatral sobre lo narrativo. La pieza enlaza la política y la cotidianidad de quien fue presidente entre 1963 y 1966, derrocado tras el golpe militar del 28 de junio que lideró Juan Carlos Onganía.
No son las únicas puestas que se verán este año. Rovner anticipa otros títulos: El otro y su sombra, que dirigirá Christian Barrientos, en el Teatro Tadron, donde en el mes de julio se realizará una versión de Volvió una noche. A partir de mayo subirán a escena Viejas ilusiones y El padre, el hijo y el espíritu volátil, con dirección de Liliana Malkin, y El tren de soñar, una puesta de Corina Fiorillo. La doble tarea de ocuparse de la dramaturgia y la dirección lo acompaña desde la presentación de La mosca blanca, en 2000, antes de recibir frecuentes invitaciones de “lugares exóticos”. En junio, artistas polacos estrenarán La mosca... en Cracovia y Varsovia. Será invitado de honor en Praga, donde se ofrece desde temporadas atrás Volvió una noche, Compañía, Cuarteto y ahora La mosca.... En diálogo con Página/12, Rovner atribuye esa difusión “al éxito brutal de Volvió..., que entusiasmó a los programadores, siempre a la búsqueda de obras”. El trámite fue sencillo: “Me pidieron el texto, preguntaron por los derechos, les interesó y siguieron con las siguientes. Esto pasó hace ya ocho años”, resume.
–En Volvió... mostró el conflicto entre un hijo que no cumple los mandatos y su idische mame. ¿Qué diferencia hay entre la rebeldía del hijo varón respecto de la madre y el cuestionamiento que suele hacer una hija?
–A diferencia del varón, la mujer puede ser normalmente incoherente cuando atraviesa una situación crítica, “un momento de nervios”. Entonces, si lo normal es la incoherencia, es posible ingresar a esa zona que llamaría “el fluir de lo inconsciente”, donde prevalece lo arbitrario, que en Te voy a matar, mamá se conecta con el sufrimiento. La protagonista queda sola. Esto produce un vuelco en su vida. En su repaso, ella culpa a su madre por lo que sufre.
–En el universo de las relaciones, ¿cómo caracterizaría al femenino?
–El mundo femenino es, en mi opinión, mucho más interesante que el de los varones. Desde un punto de vista cultural, la figura del hombre está asociada a lo racional y, en muchos casos, al héroe. La mujer es menos lineal, sus contradicciones son numerosas, y no por debilidad. La mujer vive, todavía, en un mundo que no la considera como debiera. Por eso, una de las obras que me tienta dirigir es Noche de ronda, que todavía no estrené, donde los personajes son tres mujeres.
–¿Por qué esta necesidad de hurgar en los conflictos familiares?
–No es lo único que me atrae. En mi teatro hay varias vetas, una pasa por las relaciones familiares y otras por la política y el teatro poético. Sobre lo político puedo nombrar Concierto de aniversario, Cuarteto, Don Arturo Illia –que tuvo varias versiones y nombres– y Sócrates, el encantador..., incluido su componente filosófico. Lo poético está en La mosca... Aclaro que en Te voy a matar... me importa indagar en la imagen que una hija tiene respecto de su madre. Esto no significa que esa imagen se ajuste a la real.
–¿Establece relaciones entre sus obras?
–Una es la que tiene al ex presidente Arturo Illia como personaje y otra, la que se desarrolla en torno de Sócrates. Las dos nacieron durante el “menemato”. Mi intención con Illia... era mostrar que aun entonces era posible aspirar a otra forma de vida. Algo parecido intenté en Sócrates.... Era el momento en que se tomaban como “normal” la corrupción y la ostentación, pero había lugar para seguir luchando por modificar ese estado de cosas. Me cansa el hábito de los que critican y no aportan. La sociedad acaba por tomar como natural tanto la corrupción como la crítica.
–¿Ejemplos de esto serían la crítica convertida en show y la crítica sin autocrítica?
–Claro, esos comportamientos sociales cierran las puertas al cambio. Durante el gobierno de Illia se abrió la posibilidad de llevar adelante un proyecto de política nacional, con un presidente honesto. Pero no pudo ser. Illia sufrió embates de todo tipo. Murió humildemente en un hospital de Córdoba. Los medios fueron feroces con él. Esto lo contamos en mi obra, porque la gente olvida fácilmente. Ramiro de Casasbellas, director en esa época de Primera Plana, publicación que apoyó el golpe, escribió una carta en esa revista, arrepintiéndose de lo que había hecho. Cuando empecé Sócrates..., estábamos viviendo el momento en que los políticos se pasaban de bando sin ningún pudor para alcanzar más poder y obtener un cargo o más dinero. Daba lo mismo pertenecer a uno u otro partido. Sócrates se me aparecía como una figura de gran coherencia. En mi opinión es un personaje dramático importantísimo. Galileo, otra figura interesante, termina cediendo, Sócrates no, aun cuando al condenarlo la Asamblea ateniense le dio opciones: años de cárcel, multa, arrepentimiento, destierro...
–Que a veces era tan duro como la muerte...
–Pero podía ir a otra ciudad, como el griego Anaxágoras (presocrático), también condenado. Claro que, exiliado, se dice que Anaxágoras se dejó morir de hambre. Sócrates no quiso desdecirse ni ser prisionero de esos magistrados, tampoco tenía dinero para pagar la multa. Decidió tomar la cicuta.
–¿Por qué lo califica de encantador de almas?
–Como sabemos, a Sócrates se lo llamó “el tábano de Atenas”. Se defendió dialogando y debatiendo, porque no dejó escritos. Lo acusaron de corromper a la juventud con sus ideas, pero la juventud estaba, como diríamos hoy, encantada. La juventud tiende a cuestionar, y Sócrates cuestionaba.
–Viniendo de la dramaturgia, ¿cuál es su idea de dirección?
–Las teorías surgen con la práctica. La mosca blanca fue mi primera dirección, y quise darle tono poético. Cuando uno desarrolla una dramaturgia escénica se da cuenta de que tiene que tener menos celo respecto de lo escrito. No tengo problema en sacar escenas e inventar otras. Ese es un acto creativo similar a la escritura más convencional. Uno descubre imágenes y formas nuevas, y la obra se modifica. En esta etapa de mi vida, el deseo de ocupar imperiosamente un lugar va desapareciendo. Lo que pretendo es sentir placer, y estoy convencido de que hacer y descubrir genera placer.

Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-21484-2011-04-23.html

NOTA EN RADAR DE PÁGINA 12

Domingo 10 de Abril de 2011

FAN › UN DRAMATURGO ELIGE SU ESCENA DE PELICULA FAVORITA: EDUARDO ROVNER Y ¿DONDE ESTAS HERMANO?, DE LOS HERMANOS COEN

El alma está para usarla

Por Eduardo Rovner

Los Coen me rompieron la cabeza hace muchos años, desde Barton Fink, donde también empezó a deslumbrarme John Turturro. Después vinieron Fargo, que también es magistral, El gran Lebowski, ¿Dónde estás hermano? y otras. Ya eran demasiadas películas muy buenas y me empecé a preguntar por qué era que me gustaban tanto, qué tenían. Y lo cierto es que me siento muy identificado con algo que tienen los Coen: una poética de “lo increíble pero posible”, de la que también habla Peter Brook. Los hermanos Coen trabajan mucho con este concepto. Si uno se pone a pensar en la mayoría de las situaciones de sus películas, se encuentra con un punto en el que te decís: pero, esto es increíble” y sin embargo es perfectamente posible. Me acuerdo, por ejemplo, del comienzo de Fargo, con la pareja en la cama, y el tipo sirviéndole el desayuno a ella, hasta que ella se prepara para ir a trabajar y descubrís que es policía. Ella, fiel imagen de una esposa dulce y amorosa tiene que acudir a un llamado para investigar un accidente que posiblemente sea un asesinato. La situación genera sorpresa, y a la vez, no hay nada que uno diga que es imposible en la vida real. Sus películas están plagadas de sorpresas y cargadas de esta poética del absurdo que suele caer en la parodia y en la caricatura. Parodias y caricaturas muy particulares ya que se viven como reales.

Como hay caricatura en esta escena de ¿Dónde estás hermano?, que es una de mis favoritas. Aparece la caricatura del político en los candidatos a gobernadores, hay caricatura del Ku Klux Klan, y en el personaje de George Clooney, que es un tipo al que le gusta hablar “difícil”, con frases pulidas, bien estructuradas, pero que en el fondo lo que dice son las mayores barbaridades. Tiene algo de parodia de la intelectualidad más superflua. ¿Cuántos tipos conoce uno en la vida que se les da por hablar complicado, que te cuesta seguirlos y a los que una vez que los entendés, te das cuenta de que dijeron una barbaridad? Son lo que se llamaría intelectualoides ¿no?
La película está llena de grandes escenas pero la que más me gusta y me sorprendió, es cuando ellos se escapan de la cárcel, se hacen de un coche –no me acuerdo muy bien cómo– y se lo llevan por una ruta en la que no hay un alma hasta que llegan a un cruce de rutas donde vemos a un negro con el estuche de una guitarra. Y estos tres protagonistas, que están yendo a buscar el tesoro que había escondido uno de ellos antes de que lo metieran en la cárcel, en Memphis, justo se estaban haciendo la idea de formar un pequeño conjunto, para sacar algo de dinero para sobrevivir, cuando se les aparece este negro haciendo dedo y lo suben al auto. Comienzan a hablar y le preguntan: ¿Vos tocás bien la guitarra? A lo que él responde: Sí, toco muy bien. ¿Muy bien? Sí, muy muy bien. (Estoy citando de memoria, no me lo acuerdo textual, es una escena que me impresionó y no me la olvido más, aunque la haya visto hace más de diez años y cada tanto puedo volver a ver alguna parte de la película en cable.) “¿Y cómo hiciste para aprender a tocar tan bien?”, le preguntan. “Y, le vendí mi alma al diablo a cambio de tocar muy bien la guitarra”, dice el negro, a lo que el tipo que viaja al lado de él en los asientos traseros del auto le pregunta, sorprendido: ¿Para tocar bien la guitarra le vendiste el alma al diablo? Y la respuesta es: “Y, es que la usaba tan poco...”. Es una escena extraordinaria, porque dice con humor algo que parece increíble, fantástico, pero es real, es lo que nos pasa a todos hoy: usamos tan poco el alma...
No hay ninguna duda que absorbí mucho de lo que me gusta de las películas de los Coen para mis obras. Creo, además, que uno absorbe de todos lados. Cuando me preguntan cuáles son mis influencias yo digo: todo. Influyen las películas que vi, los libros que leí, las obras de otros, mis amigos, mis hermanos, los hombres y las mujeres que conocí; todo interviene. Y de los hermanos Coen me identifico con algo en particular; diría que en varias de mis obras usé ese humor, esa ironía que encierran algunas escenas dramáticas absurdas, patéticas. Y me inspiré en sus diálogos y personajes maravillosos.
Ahora, con respecto a esta escena en particular y el alma vendida, creo que capta algo del mundo en el que vivimos; que la espiritualidad está en decadencia en el mundo occidental. El dinero es el máximo valor y esto está especialmente claro en el cine, que es una industria.
La pregunta entonces sería si yo alguna vez sentí que vendí mi alma. Creo que, a diferencia de lo que pasa en el cine de Hollywood, en el teatro de arte hay muchísima gente que no sólo no gana dinero sino que lo pierde, que tiene que ponerlo de su bolsillo para hacer aquello que quiere; y creo que por eso es que en el teatro el alma, la espiritualidad, el arte, las ganas de expresar un conflicto, de denunciar una sociedad injusta, son más naturales e importantes que en el cine. Sigue siendo válido el concepto de teatro independiente. Pero, también tengo que decir que, con más de cuarenta obras escritas, no sé si jamás escribí pensando en el dinero. He tratado de no hacerlo, he tratado de expresar siempre conflictos propios o de la sociedad, y de usar recursos sorprendentes como los de los Coen en sus películas. Pero no me animo a decir que no, que nunca vendí mi alma. Siempre hay algunos condicionantes que uno acepta para poder hacerse un lugar en el mundo en que vivimos.


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