viernes, 20 de mayo de 2011

NOTA EN EL LEEDOR.COM

Te voy a matar, mamá

Hay muchas formas de matar a una madre, a la propia. Meursault, el protagonista de El extranjero (novela que publicara Albert Camus en 1942), mata a su madre en la primera oración del relato: “Hoy ha muerto mamá”, la mata de desidia, de indiferencia. Edipo mata a su madre cuando se casa con ella. Abundan los ejemplos en la literatura y en la vida: ¿cuántas veces has matado a tu madre? ¿Por qué? ¿Por qué no?

Te voy a matar, mamá es una amenaza, una promesa de muerte. Una joven espera en su departamento la llegada de su madre. Ha decidido matarla. Planea formas, ensaya la posible escena del crimen, da razones. En su argumentación es lúcida y delirante a la vez, es razonable y arbitraria, sensible y violenta. Rencores ancestrales salen a flote, viejos temores y rencillas no resueltas. Y una sentencia: La culpa de todo la tiene mamá.

Es una obra cargada de símbolos. Desde la puesta en escena, observamos a una hija incómoda con su vida pero también con su espacio, un departamento al que la madre la ha arrojado para deshacerse de ella. Nada funciona allí como debería, el feng shui (ni toda la filosofía oriental) ayudan a remediar el vacío de una existencia. El espacio primero (el útero de la madre) se contrapone con este otro espacio impuesto, frío, no deseado.

Psicoanálisis y poesía se combinan en este unipersonal que indaga sobre la relación más compleja que arrastra toda mujer, sobre la visión particular y subjetiva de una hija que proyecta sus fracasos y vislumbra su propia culpa.

Excelente trabajo del dramaturgo Eduardo Rovner (actualmente cuenta con varías obras en cartel: Sócrates el encantador de almas, Don Arturo Illia y El otro y su sombra) que nos brinda un texto cargado de matices y la certeza de que una madre es un espejo donde preferimos no mirarnos.

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