martes, 31 de mayo de 2011

NOTA EN ENESCENAHOY.COM.AR

Te voy a matar, mamá
Te voy a matar mamá es un unipersonal excelentemente interpretado por Mercedes Funes, escrito y dirigido por Eduardo Rovner. A simple vista esta obra cuenta la historia de una hija que espera a su madre a la que planea matar. Dialoga con ella imaginariamente dándole las explicaciones del por qué de su terrible decisión.
Sin embargo, el comienzo exhibe el primer indicio de que algo diferente está sucediendo. La protagonista está leyendo un libro de Fen Shui, técnica que permite explorar y sacar provecho de la energía propia del ambiente y del hogar. El hogar visto como el espacio más íntimo, quizás evocando al útero materno. Hay que saber ubicarse en ese espacio para sentir cómo fluye. En este caso la protagonista tiene serios problemas para orientarse de forma correcta, su energía definitivamente no fluye. Algo está atascado, algo la molesta, la angustia y se propone expresarlo. La mamá aparece casi inmediatamente como parte de este fastidio. Pero esta mamá que espera y nunca llega, ¿es real, o será simplemente un diálogo interno, una voz dentro de la protagonista?

Utilizando objetos del ambiente, objetos de este hogar o de este útero, la madre toma forma: una estatua de madera indígena, una estatua de Buda, un jarrón. Es la proyección material de una madre inexistente. El diálogo que mantienen es angustiante, sofocante, de poco entendimiento, pero por sobre todas las cosas de una visión muy personal, una visión muy centrada en la perspectiva de esta hija.
Todos indicios de una única alternativa: este diálogo es una exposición casi inmediata de la psicología y el interior de este personaje. Son sus miedos, sus traumas, sus necesidades no asumidas y expuestas en la figura de la culpa, una culpa que se personifica a través de su mamá. Es justamente este punto tan interno que provoca esta incomodidad.

La protagonista busca en elementos externos la explicación de la miseria que siente en su vida actual. Sin embargo no puede ver, la angustia no se lo permite, que primero debe explorar en su interior. Únicamente desde allí podrá hacer que su ambiente, su alrededor, su exterior, fluya de mejor manera. Ambiente intimista, un diálogo de uno a uno, que sumerge al espectador en este juego desde el primer momento.

Por Giuliana Alpern

Link: http://www.enescenahoy.com.ar/obras2011/te_voy_a_matar_mama/te_voy_a_matar_mama.htm

viernes, 20 de mayo de 2011

NOTA EN CAROLINA QUINTANA


¿Pensar es subversivo? 

Puntaje: 7/10
Por su didáctica que no aturde ni cansa; por su entrega y pasión en el escenario; por su incuestionable vigencia, puede decirse que Sócrates, el encantador de almas es un espectáculo para recomendar. 

Por Pablo E. Arahuete

Aún en nuestros días pensar implica un acto de subversión frente a lo impuesto por la cultura; ejercer aquello que nos hace libres y no esclavos resulta para los poderosos por lo menos sospechoso y en definitiva riesgoso para mantener el supuesto status quo de lo que se debe y no cuestionar. Ahora bien, sin terminar en la decisión extrema de beber cicuta en pos de la defensa de las convicciones personales, para un profesor universitario, cuestionado por su método poco ortodoxo de enseñanza, dejar sembrada la semilla del conocimiento y del descontento es un acto de subversión. Ese es el nexo que encuentra la actualidad con el pasado de la época de la filosofía griega en esta interesante pieza teatral de Eduardo Rovner: Sócrates, el encantador de almas, protagonizada únicamente por el actor Luis Campos. Con una puesta en escena mínima y el uso del espacio escénico en función del texto, Campos se desdobla en lo que podría denominarse la representación de su última clase transportando imaginariamente a los espectadores, testigos de privilegio y a la vez conspiradores del silencio como aquellos 501 ciudadanos que participaron durante las jornadas del juicio al filósofo griego declarándolo culpable y condenándolo a muerte por considerarlo corruptor de jóvenes y por introducir nuevos dioses y no honrar a los ya existentes. En los descargos del gran pensador, a quien el oráculo había declarado poco antes del juicio como el hombre más sabio, Campos desmenuza el pensamiento de un hombre de 70 años adelantado a su época y pone en práctica la dinámica de la mayéutica socrática a fuerza de preguntas retóricas al público para intentar dar a luz la verdad en un contexto de absoluto oscurantismo. Pero más allá del viaje hacia el pasado nunca se pierde de vista el presente del profesor cuestionado, así como la amenaza constante de esos pasos rígidos que lo interrumpen y le recuerdan que está vigilado. Resulta también llamativa para la propuesta, la idea que tuvo el autor de apelar al monólogo interior del personaje creando la figura de sombrates, la sombra del propio Sócrates con quien el filósofo discute, reflexiona y se confiesa tanto en público como en la intimidad. Ese fluir de la conciencia que nos aproxima al hombre por encima del mito funciona no sólo como recurso narrativo sino también como elemento para encontrar los ritmos y tonos de un relato que Luis Campos maneja con exactitud y sin sobreactuaciones tentadoras al estar proyectando nada menos que el fantasma de una figura de semejante relieve. Por su didáctica que no aturde ni cansa; por su entrega y pasión en el escenario; por su incuestionable vigencia, puede decirse que Sócrates, el encantador de almas es un espectáculo para recomendar.

Link: http://diario.carolinaquintana.info/web/nota.php?zna=&iSWE_ID_0=&iSWE_ID_1=74&iENC_ID=9978

NOTA EN NOTICIAS URBANAS

Nadie se atreva a tocar a mi vieja ...

Ella, que se llama Flor, está sola. Espera. Saca una pistola. La guarda. Está esperando a su madre para ajustar viejas cuentas pendientes. Amor y odio, suscitado por la pérdida del padre amado, atropellado por un camión porque “mamá tenía tos y quería un antibiótico”. Edipo mete la cola lo justo y necesario pero sin que esto implique caer en una puesta “psicológica” aunque, obviamente, va a tener un tinte de ese tenor con respecto a la protagonista. Ella, que apenas menciona su nombre, vive sola pero no puede con su alma. O dice que no puede. Entabla diálogos invisibles con su madre que está por llegar. Habla, llora, grita y ríe. Culpas y cargos en medio de la tensión de una espera que debe terminar de un momento a otro, mientras el reloj sigue su irremediable destino. La casa, exactamente recreada por una escenografía que ubica a la protagonista en medio de su personalidad y sus pesadillas, es el marco adecuado para la acción. Con un texto fuerte, Eduardo Rovner se mete en el terreno de las relaciones familiares de manera seria y elocuente. ¿Su herramienta? La actuación exacta de Mercedes Funes que transita por la angustia y la locura pero sin caer en ninguna caricaturización, dando cuenta de su sapiencia para el personaje.
“Te voy a matar, mamá” toca el tema de la relación madre-hija con seriedad y sin caer en clichés de ningún tipo.
 Por Daniel Gaguine

NOTA EN REVISTA VEINTITRES

Teatro: Monodrama de una malquerida

“Usted es la culpable...”

Ella espera a su madre, para matarla. El título lo dice: una declaración cargada de rencor, celos, envidia, dobleces y rivalidad. Tácito, en sombras queda un “él”; padre ausente, omitido pero indispensable. Eduardo Rovner desnuda el clásico binomio amor-odio en la relación materno-filial. La hija plañidera, como una griega antigua, ensaya variaciones sobre un crimen terrible y anunciado, que no consumará sino en su imaginación. En Te voy a matar, mamá, la patética protagonista se propone atentar contra otro –su madre–, atraer su atención, cargarlo con culpa indeleble, como hacen también los suicidas. En lo formal, el dramaturgo pulsa las varias voces del personaje de este monodrama de vínculos primarios. Desde el soliloquio, el monólogo interior, a la perorata, el fluir de la conciencia; la reflexión en voz alta y sin interlocutor. Practica el discurso confesional, liberador de una patología tanto como un recurso dramatúrgico y expositivo. Una bienvenida cuota de tenue buen humor aligera parte de su densidad; más advertible en la dirección conjunta de Rovner con Fabiana Maneiro, que en la transcripción actoral de Mercedes Funes, cargada de emoción desgarradora, bajo la delicada sugestión de lumínica de Miguel Morales. La lección para todo adulto parece ser vivir con lo que se tiene a mano, libre del lastre de aquello que se echa inútilmente en falta.
Link: http://veintitres.elargentino.com/nota-2761-zonaroja-Usted-es-la-culpable.html

NOTA EN EL LEEDOR.COM

Te voy a matar, mamá

Hay muchas formas de matar a una madre, a la propia. Meursault, el protagonista de El extranjero (novela que publicara Albert Camus en 1942), mata a su madre en la primera oración del relato: “Hoy ha muerto mamá”, la mata de desidia, de indiferencia. Edipo mata a su madre cuando se casa con ella. Abundan los ejemplos en la literatura y en la vida: ¿cuántas veces has matado a tu madre? ¿Por qué? ¿Por qué no?

Te voy a matar, mamá es una amenaza, una promesa de muerte. Una joven espera en su departamento la llegada de su madre. Ha decidido matarla. Planea formas, ensaya la posible escena del crimen, da razones. En su argumentación es lúcida y delirante a la vez, es razonable y arbitraria, sensible y violenta. Rencores ancestrales salen a flote, viejos temores y rencillas no resueltas. Y una sentencia: La culpa de todo la tiene mamá.

Es una obra cargada de símbolos. Desde la puesta en escena, observamos a una hija incómoda con su vida pero también con su espacio, un departamento al que la madre la ha arrojado para deshacerse de ella. Nada funciona allí como debería, el feng shui (ni toda la filosofía oriental) ayudan a remediar el vacío de una existencia. El espacio primero (el útero de la madre) se contrapone con este otro espacio impuesto, frío, no deseado.

Psicoanálisis y poesía se combinan en este unipersonal que indaga sobre la relación más compleja que arrastra toda mujer, sobre la visión particular y subjetiva de una hija que proyecta sus fracasos y vislumbra su propia culpa.

Excelente trabajo del dramaturgo Eduardo Rovner (actualmente cuenta con varías obras en cartel: Sócrates el encantador de almas, Don Arturo Illia y El otro y su sombra) que nos brinda un texto cargado de matices y la certeza de que una madre es un espejo donde preferimos no mirarnos.

lunes, 16 de mayo de 2011

NOTA EN LA NACIÓN - SÓCRATES, EL ENCANTADOR DE ALMAS

Domingo 15 de mayo de 2011

Un profesor se acerca a su atril, va a comenzar su disertación filosófica sobre Sócrates. Pero se identifica tanto con él que decide poseerlo, encarnarlo? y por qué no, vivirlo. Sin embargo, Eduardo Rovner no se entretuvo haciendo relatos históricos, recopilaciones de datos ni una concatenación de sucesos. Interpuso a la dramaturgia un propósito, un por qué y, sobre todo, acción. En este punto se entiende la razón por la cual debe haber querido dirigir su propio texto. Conoce tanto esa intención inicial de desnudar la esencia del hombre antes que el personaje, que quién mejor que él para transmitírselo a su actor.
Sócrates, el encantador de almas ahonda en el espíritu del hombre, el verdadero motor de su sabiduría. Hizo lo que hizo, dijo lo que dijo por estar convencido de que una sociedad mejor es posible a través del conocimiento profundo y filosófico del ser humano. Pero no sólo de eso, sino de la misma lógica. Es aquel que prefirió las consecuencias de la cicuta a tener que claudicar ante los designios de la Asamblea Ateniense. Dejar de hacer filosofía no entraba en su modo de vida. Tampoco dejar de pensar como pensaba.
El texto de Rovner tiene el preciosismo de una mano maestra. Y Luis Campos parece ser la persona ideal para corporizarlo. Aquí, solito su alma, demuestra una vez más lo inmenso que es como actor. Desde aquel inolvidable Malambo para Ricardo III , hasta Marat-Sade o su brillante trabajo de Marathon , es un actor que no deja de sorprender. Con un absoluto dominio corporal y gestual, se desdobla entre Sócrates y el profesor que lo encarna, al tiempo que dice y vivifica de la misma manera.
Pablo Gorlero

NOTA EN LA NACIÓN - TE VOY A MATAR, MAMÁ

Sábado 14 de mayo de 2011 |

En Te voy a matar, mamá Eduardo Rovner utiliza a la muerte como elemento dramatúrgico, aunque no de modo regidor. Una hija tiene una firme meta: asesinar a su madre, causante de todas sus desdichas. Espera que llegue y, mientras tanto, planea todas las formas posibles de asesinato, al tiempo que justifica su propósito desnudando todos los sentimientos posibles. Desde los más negativos y oscuros hasta lo sublime del amor. ¿Pero será verdad lo que siente esta mujer? ¿Cuán auténtico es aquel sentimiento tan profundo de odio a quien la engendró? ¿Será que ella misma es su propia desdicha?
Esta pobre mujer ensaya, prueba, se pregunta, se responde, pero sobre todo, reclama. Tal vez en una última bocanada, como última chance antes de tomar la turbia resolución.
En su texto, Rovner hurga en cuestiones psicológicas profundas vinculadas a la formación. ¿Hasta dónde la libertad absoluta se interpretará como tal? ¿Una caricia de más no es mejor que tener alas y no saber planear? Claro que, luego de todo esto, le dará un giro total y uno se encontrará con lo inesperado, con la sorpresa, con el golpe. Descoloca.
Mercedes Funes es potente e intensa en su interpretación de esta hija desesperada. Tal vez le falte algo del humor propuesto por la dramaturgia. Pero su capacidad dramática le alcanza para sobrellevar sola este unipersonal tan difícil como profundo.
Cabe destacar el interesante trabajo de iluminación de Miguel Morales.
Pablo Gorlero